miércoles, 20 de febrero de 2013

AMAR, AMAR:

Nacer y amar, vivir amando, enfermar amando, morir amando. Amar y sentir. Amar en rojo.

Destapar mi corazón. Conquistar mi alma con pasión. Señalar mi vida. Acompañarme hasta la muerte.

Amar y mirarte. Amar y acariciarte. Amar y besarte. Amar y sentirme amada. Amar y disfrutar. Amar y conquistar. Amar y sentirme feliz.

Amar y sentirme defraudada. Amar y sentirme engañada.  Amar y sufrir. Sufrir amando. Amar y llorar. Llorar amando. Amar y hablar. Amar en silencio y con pena.

viernes, 15 de febrero de 2013

Hablar, hablar

Hablar de amor y de pena. Hablar contigo. Hablar mirando. Acariciarte y besarte hablando. Hablar de blanco, negro y amarillo.

Hablar de alegrias y tristezas. hablar de mi soledad. Sufrir hablando. Preocuparme hablando. Desahogarme hablando. Hablar del presente y del futuro.

Hablar de nacimiento. Hablar de la vida. Hablar de la muerte. Abrir la boca y exclamar. Exhalar el alma. Expulsar mis pensamientos. Hablar y callar. Callar hablando.

miércoles, 13 de febrero de 2013


CARAMELOS Y CINE
 
Era tarde, y el frio arreciaba. Metí mis manos en los bolsillos y en el derecho, encontré el caramelo que me regaló mi hija cuando volvió del cumpleaños de ayer.
Lo apreté fuerte y la memoria me traslado a aquella cola que formábamos los chavales para ver la película infantil de cada domingo, donde con 10 pesetas pagabas la entrada y te comprabas chucherías hasta gastar todo el dinero. Valía la pena llevar los bolsillos llenos, pues dos horas de cine bien endulzadas sabían muchísimo mejor.
En la cola todo eran empujones, collejas, tú me adelantas, y yo me cuelo. Carreras para buscar la bufanda que un chico mayor que había arrebatado pretendiendo que volase del principio hasta el fin de la cola.No sé que era mejor si la película o la larga media hora que hacíamos cola, donde el aburrimiento por la espera era contrarrestado con el mejor antídoto, la imaginación, el juego y el intercambio de chicles y caramelos. Te cambio uno de fresa por un de limón. No mejor un chicle por dos caramelos, al fin y al cabo dos caramelos cuesta lo mismo que un chicle. Vale trato hecho pero yo paso delante de ti.
Luego por fin se abrían las puertas del cine donde la multitud aplaudía y la espera fuera tocaba a su fin. Cortaban las entradas y todo era una carrera escaleras arriba hasta alcanzar el segundo anfiteatro que era nuestro sitio preferido, pues desde allí podías lanzar cosas al patio de butucas y “pio, pio, que yo no he sido”.
Se apagaban las luces y otra ovación brotaba de toda la chavalería, donde hacía apuestas con mis amigos sobre quien aparecería en la pantalla, si la chica de la antorcha o el león. Eran apuestas fuertes, a veces hasta de tres caramelos. Dependiendo de la suerte se hartabas de caramelos o salías insatisfecho. ¡Jope, gané yo, la chica de la antorcha fue la que salió! Caramelo a la boca y desenvolver el siguiente.  Con la impaciencia por disfrutar de la película, el caramelo sufría un centrifugado, que ni la Bosch lo deshacía tan deprisa.
Recuerdo el olor a ese ambientador de limón tan intenso, que al día siguiente cuando ibas al colegio, te decían los compañeros, ayer fuiste al cine traes, el ambientador por colonia.
Era apasionante como se desarrollaba la proyección, cuando empezaban a salir rayas en la pantalla es que se iba a producir el corte, donde el de la cabina tenía que cambiar de royo. ¡Jope! A los 30 segundos ya estaba todo el cine protestando. ¿Cómo se podía dejar intrigada toda la gente aunque fuera por poco tiempo? De pronto el de la linterna intentaba poner orden y cuando nos alumbraba, todos callados, colmados de paciencia fingida, hasta que se daba la vuelta, momento en el que el griterío afloraba con mucha mayor fuerza.
Todos éramos grandes justicieros, estábamos a favor del bueno y si nos dejaban al malo éramos capaces de cualquier cosa. Muchas veces, no entendíamos porqué el bueno no arreglaba aquello con la rapidez que nosotros lo haríamos. Al final se imponía la justicia y ganaba el bueno, además se llevaba a la chica guapa y cuando se daban el beso el fin cortaba la escena. ¡Qué segundos finales! Si, los del beso. Yo miraba a mis amigos y todos estaban con la boca abierta y se les caía la baba. Todos deseábamos  que por una vez dejaran ese beso unos segundos más. Pero daba igual, ocurrió lo más importante, el bueno ganó y se llevó a la chavala más guapa y aplaudíamos a rabiar.
Por dos horas nos olvidamos de todo, hasta del examen del día siguiente. Jugamos, reímos, gritamos, el bueno ganó gracias a nuestro incondicional  apoyo desde el gallinero y las chuches fueron el complemento perfecto para la sesión infantil de todos los domingos.