viernes, 30 de noviembre de 2012

Frases intermitentes


Estaba cagando. Así, tal cual cuento, cuando le vino a la mente una frase intermitente. Las llamaba así, la cachonda, porque sus pensamientos giraban a izquierda o derecha, o a veces hacían rotondas.

En ocasiones le pasaba, cuando iba conduciendo, que olvidaba su destino y daba vueltas en la plaza. Un viejo le gritó "¡Ole!", un día en que dio tres vueltas, y ella sonrió imaginándose en las Ventas: "Ni de coña, amigo mío, soy antitaurina, colega, pero gracias por el ole y que tenga usted muy buen día". El viejo se despidió agitando su sombrero y ella por fin decidió girar hacia la derecha. Allí encontró un descampado donde asentar sus ideas, igualito que en el váter, pero al aire libre, mi vieja.

No es que busque inspiraciones en ambientes nauseabundos, es que le surgen sin más, donde menos se lo espera: yendo a comprar el pan, en la taquilla del metro, a ritmo de cunnilingus o fumándose un cigarro. Y eso que no fuma, o eso dice, la muy perra, pero da igual, lo imagina, y se convierte en un hecho: historias que cobran vida cuando menos se lo espera y que si no escribe perecen, como ese humo que vuela.

Abuela

Toco tu pie y esos dedos arrugados, viejitos, como tus ochenta y cuatro, se encogen entre mis manos. Te ríes como una niña, esa que eres, con arrugas, sin dientes, y tus ojos brillan con ese amor que saluda a la despedida.

Se me pone un nudo en la garganta cuando tarareas esa nana que acunó mis días de infancia y recuerdo mi cabecita morena, pelo enredado, guerra de abuela, escuchando tu corazón, mientras mi saltar a la comba, jugar a la goma o al escondite inglés, cerraban sus párpados sesenta minutos, no más, no menos, para dormir entre tus brazos y soñar con esos libros que ya empezaba a leer.

Me gustaría decirte que siempre te quise y siempre te querré; que te quiero ahora, chiquita, en este adiós ya anunciado, pero por una vez las palabras se marchitan en mis labios. Tú los pintaste de rojo: "He de estar guapa al morir", y allí estás, tumbada en la cama, cual princesa en busca de reino. "Mi niña, no me voy lejos. Estaré siempre contigo. Sonríe, niña, no llores, que ya lloré yo por dos. La guerra mi niña, llanto; mucho dolor, mucho espanto, pero ahora no tengo miedo, porque el sol está saliendo."

Miro por la ventana, hospital, paredes frías: "Es de noche, abuela mía", pero lo digo bajito, tus ojos verdes cerrados, mientras mi nudo se estrecha y tú me tomas la mano: "Te quiero mucho, mi niña", susurras en un suspiro. Tu corazón ya no late, el mío lo hace por dos, se acelera en su tristeza, coreando éste su adiós. Mis lágrimas mojan tu piel, "Nunca fui obediente, abuela", pero a la par sonrío, porque sé que tú me ves.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Rompe el huevo

Maldita sea! Exclamo mientras mi corazón tamborilea en mi pecho y llena mis oídos con el fuerte retumbar de sus latidos. Sigo luchando con la  bóveda blanca mientras  la savia rosada y pegajosa que me rodea cada vez excasea más. Por qué ésta mente peregrina no hace más que decirme que es fácil romper la cáscara?  Con lo agusto que estoy  en éste mundo calentito con abundantes placeres y sin que nada falte? Pero la naturaleza me obliga... Tengo que salir al mundo y darme a conocer, chillar a pleno pulmón y sentir cómo con la primera respiración me desgarro por dentro. Qué es eso que tengo delante de los ojos?una prolongación rosada de mi otro yo? Ése no soy yo, es el martillo de la vida, el que rompe el cascarón, frío y distante como si no formase parte de mí y, sin embargo, toda una extremidad de acción... Otro día angustioso y sofocante, pero veo una brecha, henchida de luz en el horizonte, mi cabeza vuela hasta ella con una curiosidad renacida desde mis entrañas. Mi martillo, prolongación de mi otro yo, se abre paso entre los muros inertes abriendo una luz tan intensa como un Cosmos infinito, lleno de colores tan vívidos como los latidos de mi tamborileante corazón, que palpita con cada reflejo del óvulo abierto en dos de mi mísero cascarón...

El baúl mundo





Bienvenidas, bienvenidos a la palabra es un mundo. Un mundo para crecer, soñar, pelar cebollas, sonreír a las lágrimas y sobre todo, para escribir y disfrutar escribiendo. Un mundo portátil que se lleva en la mochila y se comparte en clase, en un picnic o a solas antes de acostarse.

Hace muchos, muchos años el psicólogo José Luis Pinillos contaba que en la época de Descartes los aventureros cogían un baúl llamado mundo, de esos que son muy grandes y con mucho fondo. Todos hemos visto ese baúl llamado mundo en estaciones de trenes a vapor, en viajes por Europa, en el Orient Express, y en otras películas, que tú lector puedes empezar a nombrar.

Este blog tiene un fondo ancho,  tan profundo como para contener a la palabra: una palabra estirada, y flexible, otra muy pequeña y pesada como una piedrita de las que ya no se ven por las calles. La palabra es un arma cargada de futuro.

Poco a poco, entrada a entrada iremos llenando con tesoros este baúl mundo, y lo mejor es que no tendrá peso, será ligero y estará  a disposición de todos.

La aventura ya ha comenzado.